Congreso Pobreza y Desigualdad social

El patio central y los distintos espacios que ofrece el Palacio de Minería y los salones del Centro Cultural Tlatelolco fueron los escenarios donde se puso a discusión un tema fundamental de nuestra sociedad: el fenómeno de la pobreza, que en nuestro país ha sido, desde hace varios, sexenios un asunto de agenda nacional.

toma posesión

El Palacio de Minería y el Centro Cultural Tlatelolco fueron los escenarios donde se puso a discusión un tema fundamental de nuestra sociedad: el fenómeno de la pobreza, que en nuestro país ha sido, desde hace varios sexenios un asunto de agenda nacional.

El congreso Pobreza y Desigualdad Social: Retos para la Reconfiguración de la Política Social congregó a poco más de 400 interesados en casi 60 actividades, entre paneles, conferencias magistrales y mesas de discusión, a lo largo de tres intensos días de trabajo: del 13 al 15 de marzo.

En la inauguración, el rector de la UNAM, José Narro, señaló que los temas que el congreso se proponía discutir han sido, hasta ahora, marcadores de lo negativo del desarrollo de nuestro país, una constante de nuestra sociedad; mientras que Leticia Cano manifestó que la realidad deja ver que la marginación tiene rostros inesperados que deben entenderse y atenderse para superar el concepto reduccionista de verla como simple falta de recursos económicos.

Nueve mesas redondas, tres paneles y siete conferencias magistrales reunieron a especialistas y público en general con la intención de identificar los nuevos escenarios y actores de la pobreza y, al ubicarlos, dirimir desde lo académico las cuestiones que la circundan.

Desde la mesa que abrió el evento, Nahely Ortíz, en nombre de Rolando Cordera, situó a México como una nación de enormes cuotas de desigualdad económica y social, y la única alternativa que veía frente a esos hechos es recuperar los fundamentos del enfoque de los derechos humanos aplicados a la superación de la cuestión social.

Mario Luis Fuentes Alcalá, director del Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social, llamó la atención sobre los procesos de desesperanza que viven quienes experimentan la pobreza, la discriminación y la exclusión social, que acaban expresándose en otro tipo de problemáticas, como las adicciones, la depresión y el creciente índice de suicidios, entre otras.

En torno a la salud mental en México, María Elena Medina-Mora, directora del Instituto Nacional de Psiquiatría, planteó que la mayoría de los usuarios de esta entidad pública es de escasos recursos, lo que hace imposible mantener en la práctica lo que se afirma en los números oficiales.

En mesas como la dedicada a los jóvenes vulnerables se habló del colapso demográfico, educativo y laboral que vive un sector que podría ser el más productivo, lo que, en visión de los maestros Díaz Loving, de la Facultad de Psicología; Castillo Berthier, del Instituto de Investigaciones Sociales; Valero y Alvarado, ambos de la ENTS, quizá tuviera una solución institucional.

Por su parte, el maestro Golam Mathbor, de la Universidad de Monmouth, en Nueva Jersey, compartió que en medio del apogeo de la globalidad económica y social que vivimos se pueden generar algunas frustraciones sociales que llegarían a propiciar un contexto violento de pérdida de identidad peligroso, “un horizonte nada propicio para ninguna clase de desarrollo”, advirtió.

En la mesa que reunió a directores de diversas entidades de la UNAM, “La pobreza y el horizonte de la política social”, se dijo que en el contexto actual de la democracia, y desde hace 20 años, se lucra con la desigualdad económica como moneda de cambio en las relaciones de poder; se expuso que el crecimiento económico no necesariamente genera desarrollo social, inclusión y bienestar; que el acceso a servicios fundamentales implica una reorientación profunda del desarrollo social; y que la proliferación de programas sociales no es sinónimo de una política social auténtica.

En el último panel dedicado a organizaciones civiles se hizo una puntual revisión de la presencia de trabajadores sociales en este ámbito, promoviendo su oportuna inclusión en éstas.

Las conclusiones, leídas por la maestra Cano, incluían propuestas concretas: la promoción de la participación comunitaria y ciudadana, una intervención social más atrevida y contundente, y una responsabilidad ética con la profesión.

Todos los días se cerraron con actividades culturales: desde el teatro, la danza y la música se recreó al público asistente, proveniente de varios estados de la República.

 


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